¡PRESIDENTE ASESINO Y SICARIO DE LA DESINFORMACIÓN!
No hay humanitarismo ni amor de patria en la perorata estólida de los personajes que como Darío Arismendi o Erwin Hoyos tienen el encargo de sostener la propaganda de distorsión de la realidad aupando las más bajas pasiones, propias de su guerra sucia, que ejecutan desde los medios de comunicación.
Con vanidad e hipocresía se desbocan, como los que más, poniendo en marcha la propaganda “blanca”, que ensalza al régimen que los estipendia y la propaganda oscura contra las fuerzas de verdadera oposición que cuestionan su incuria y crueldad respecto al pueblo que pretenden gobernar mediante el terror.
Estos paramilitares de la desinformación, aprendices aventajados de la propaganda nazi, han montado espacios en los que siendo lameculos de los dueños del poder, se creen jefes de un partido que desafortunadamente es el del guerrerismo insensato. Con disfraz de bondadosa solidaridad hacia los prisioneros de guerra que están en manos de la insurgencia, llenan sus bolsillos cobrando por excitar los odios y sostener una guerra en la que bien saben que las principales beneficiarias son las trasnacionales a las que la oligarquía está regalando el país.
Estos sicarios del micrófono, asesinos de la verdad, nunca se acuerdan que también hay centenares de guerrilleros presos como consecuencia de una confrontación que tiene claras raíces de desigualdad social. Son ellos quienes debieran estar en el frente de batalla, o en el pellejo de los soldados prisioneros si tanto les parece correcto que el régimen continúe con la guerra, o si tanto les parece bien que en vez de acceder a un intercambio humanitario sin riesgos de confrontación, el gobierno opte por la ejecución estúpida de las aventuras que significan las llamadas operaciones militares de “rescate”. Exacerban los ánimos porque no son ellos ni sus hijos quienes se exponen a un desenlace fatal.
¡Hasta donde irá la dimensión de tan extrema vileza!: ni una palabra levantan contra la entrega del país a mezquinos intereses extranjeros, ni una palabra que le de resonancia al clamor por el intercambio humanitario y por la salida de paz que insistentemente lanza la gente por los micrófonos que ellos mismos abren para empujar el dolor de muchos hacia discursos que desfiguren la imagen de los luchadores populares.
Hacen llamados contra el secuestro y por el respeto a la vida para mover el sentimiento de un amplio número de oyentes que se tocan con esas consignas. Exponen argumentos que los vuelven convincentes en tanto los visten de un supuesto humanismo desinteresado. Pero atendiendo a las estrategias de la guerra mediática que les traza el alto mando militar, pasan a un grito de “no más FARC” que imprime impúdicamente todo el sesgo político que favorezca al gobierno.
Eso sí, en su demagogia olvidan los millares de asesinatos producto de esos crímenes de Estado que eufemísticamente bautizaron como falsos positivos, guardan silencio frente a las desapariciones y se atreven a endosarle a la insurgencia, este fenómeno del terrorismo de Estado del que son cómplices. Dentro de esa dinámica, nada dicen de la incuria gubernamental respecto a los damnificados del invierno y a la miseria en que viven los colombianos. Mucho menos se atreven a señalar a sus responsables, que son los mismos que les pagan por su labor de cancerberos del régimen.
¡Mucho cuidado, que nadie se engañe!, ellos son parte esencial de lo que debemos derrocar en pos de la felicidad de los colombianos.
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