El “Soberbio Plan Rescate de Santos”, si no fuera por lo fatídico, en la línea de la rimbombancia con que bautizan sus acciones de guerra podría llamarse Operación Mojiganga, en tanto lo que entraña es burla contra los deseos de paz de los colombianos. Más allá de los disfraces de héroes de los ejecutores de aquella desgraciada aventura, está claro que si se producía un fiasco militar, como el que ahora lamentamos, la perversa idea que anidaban consistía en culpabilizar y desprestigiar a la guerrilla, y si lograban la peligrosa liberación a tiros, los soldados y policías que ya marchaban camino a sus hogares, serían entregados con parafernalia y bullicio ensordecedor a la cacareada “Marcha por la Libertad” de Erwin Hoyos, gritando a los cuatro vientos la bancarrota de las FARC-EP.
Juan Manuel Santos, si no posee el coraje para asumir la parte de responsabilidad que le concierne por la historia de crueldad que ha hecho transitar a Colombia la clase oligárquica a la que pertenece, debiera tener la vergüenza de admitir frente al país al que tiene el descaro de prometerle la paz mientras lo empuja a la guerra, que fue bajo su estrategia tramposa que se concibió la operación de rescate militar de los prisioneros que murieron en el Caquetá recientemente.
Para la ejecución de sus despropósitos belicistas, a Santos y su cúpula militar nada importan los riesgos evidentes que sobre las vidas de sus propios soldados y policías implica una incursión armada hasta campamentos guerrilleros donde hombres y mujeres que son soldados del pueblo, si bien tienen el compromiso de proteger al enemigo capturado en batalla, tal como lo han hecho con denuedo durante más de una década, de ninguna manera van a permitir que se les doblegue sin pelear por la causa que les alienta.
Pero el Presidente-tahúr ha decidido no ceder un ápice al clamor de las mayorías en cuanto a concitar una salida incruenta al conflicto político y social que padece colombia, y mucho menos consentir en que se avance en un acuerdo de intercambio que solucione el largo cautiverio de los combatientes de ambos bandos en confrontación.
Una intransigencia bestial, un triunfalismo patológico, pero sobre todo una sumisión abyecta a los intereses extranjeros empujan a este gobierno a imponer a nuestro país un camino de más sangre y sufrimiento. En la cumbre de la estolidez, con el afán propagandístico que los enloquece continúan propalando la engañifa del fin del fin de las FARC, sumándole a su causa rastrera de mostrar resultados que halaguen a sus amos imperialistas, más y más oportunismo inicuo. Como cuando utilizan la tragedia de la muerte de unos prisioneros en cautiverio para alimentar la campaña cotidiana contra la insurgencia armada que sostiene ese gánster de la radiodifusión que es Erwin Hoyos, verdadero prestidigitador infame que juega sin reservas con los sentimientos de los familiares de quienes sufren las consecuencias de una guerra fratricida, causada por la clase potentada que se ha adueñado de la riqueza nacional.
El “Soberbio Plan Rescate de Santos”, si no fuera por lo fatídico, en la línea de la rimbombancia con que bautizan sus acciones de guerra podría llamarse Operación Mojiganga, en tanto lo que entraña es burla contra los deseos de paz de los colombianos. Más allá de los disfraces de héroes de los ejecutores de aquella desgraciada aventura, está claro que si se producía un fiasco militar, como el que ahora lamentamos, la perversa idea que anidaban consistía en culpabilizar y desprestigiar a la guerrilla, y si lograban la peligrosa liberación a tiros, los soldados y policías que ya marchaban camino a sus hogares, serían entregados con parafernalia y bullicio ensordecedor a la cacareada “Marcha por la Libertad” de Erwin Hoyos, gritando a los cuatro vientos la bancarrota de las FARC-EP.
Pero esto no ha sido sino el más estruendoso fracaso de una política belicista, irresponsable, esa sí inhumana, calculada específicamente para ensalzar al régimen a cualquier costo. Por ello no puede Santos lavarse las manos frente a la responsabilidad que tiene en este desenlace plenamente previsible por sus estrategas de escritorio.
La vanidad y arrogancia de este gobierno frente al pueblo, revueltos con sumisión rastrera frente a sus amos del norte, no han dado más que una mezcla de insensatez que pareciera arrastrarlo a continuar con amenazas vanas: la rendición, la cárcel o la muerte, son los caminos que dispone para la insurgencia trazando el ultimátum estúpido que no hace sino echarle más leña a la hoguera de las contradicciones de clase.
Pero qué revoltura más asquerosa; Santos, esta sabandijas de casino intenta también que se le crea que es la “mano negra de izquierda y derecha” la que asesina a los campesinos que claman por que les devuelvan las tierras que arrebataron sus socios latifundistas y sus ratas paramilitares. Este bicho de club trata que creamos que no hubo masacre en Mapiripán y que él nada tuvo que ver con los crímenes de Estado que bautizaron con el nombre “inocente” de falsos positivos. Ensaya este coime de garito, hacer efectivo el juego fullero en el que desconoce el desplazamiento de los pobres labriegos de las Pavas y de contera desacredita todas las denuncias de desplazamiento forzado que existen en los estrados judiciales. Para este bribón no ha habido desplazamiento masivo en Colombia causado por los latifundistas como tampoco ha habido masacres ni fosas comunes. Lo único que existe es la necesidad de la estafa para enriquecer a sus amos imperiales.
“libérenlos ya o vamos por ellos”, le han puesto a decir al ese mercachifle del engaño que es Erwin Hoyos, en alusión más que obvia a los prisioneros de guerra en poder de la insurgencia. ¿Pretende, acaso, impulsar con más mentiras el paroxismo nacional contra toda posibilidad de paz, o piensa él en persona con su micrófono de Tío Rico, ponernos manos en alto y llevárselos a todos?
Deberemos decirle sin duda a Santos como ejecutor de los artificios imperiales que es: controla a tu marioneta, ahórrate tu perorata barata que lo único que hace es colmarnos de indignación; economízate la babaza pestilente que espetas cada vez que lanzas tus amenazas de muerte y define de una vez por todas Juan Manuel, si vas a seguir asesinando de hambre al pueblo, si vas a seguir feriando el país, regalándolo a las trasnacionales del oro, del petróleo y de los agro-combustibles…
Y aunque el honor no está debajo de las rodillas, define siquiera por un poquito de vergüenza, si continuarás genuflexo ante los amos del dólar, porque con esa postura de perro faldero no te luce tanta bravuconada. Por lo demás, recuerda que no habrá, entre los verdaderos revolucionarios, arrepentimiento ni rendición.
¡La gente sensata ya no come cuento! Así que recoge tus leones que este no es un circo romano donde escucharás decir ¡Ave Cesar! a los mismos gladiadores que condenas a muerte. Es más, ni siquiera con promesas de pan vas a lograr que la gente humilde que de una u otra forma cree en tu demagogia siga mansamente por los caminos hostiles que traza tu envanecimiento.
Han propulsado una marcha convocando engañosamente a la no violencia, convocando supuestamente a la paz, a que no haya más secuestros…; por la libertad, se han atrevido a decir , y disponiendo de todos los recursos y el poder que poseen lanzan el sentimiento de mucha gente hacia un confuso torbellino de odios, en el que con mucha técnica guebbelsiana, fascista, el régimen incrusta una consigna anti-FARC, tratando al máximo de manipular las conciencias hacia un escenario donde todo aquel que no esté con su insensatez queda etiquetado como parte del equipo de los malos. Oscuro experimento, pero bien, así no habrá cosa diferente al escalamiento mayor del conflicto Juan Manuel.
Particularmente a las FARC no la atemorizan tus manipulaciones. A la gente sensata no la engañas con maniobras; Así las cosas, puedes irte con tus naipes para otra parte que esto no es una mesa de póquer.
Si de verdad quieres la paz, la mejor manera de encontrarla es que emprendas el camino de la justicia, aunque esto te hernie el alma y te indigeste las entrañas.
Quieres usar un lenguaje moral, pero para imponernos qué normas como imperativos de la conciencia. ¿Cuál es la ética de un ludópata como tú, acaso la de pensar en el bienestar de todos o solamente en sus bolsillos de apostador enfermizo?
¿Cuál es el discurso prescriptivo de tu lenguaje moral, cual es el imperativo de un sujeto que permanece impertérrito frente al dolor de los pobres de Colombia?; ¿Cuáles son las valoraciones de un hombre que se ha lavado las manos con la sangre de los inocentes asesinados en esa danza macabra que son los falsos positivos?
¿Qué obligación le propones a tu pueblo con un juicio de valores diseñado en Washington?
Ningún juicio moral tuyo podría ser jamás un imperativo social frente a un pueblo que anhela hacer realidad el proyecto libertario de Bolívar, sencillamente porque tus razonamientos son los de un ser amoral cuyo “principio” nodal es el de cumplir con la entrega del país al imperialismo.
Es imposible, entonces, que con tu proterva condición de rufián puedas someter la voluntad de los que tienen dignidad. Menos aún cuando está evidenciado que tu falso lenguaje de paz no es más que un vocativo de guerra y sumisión.
Es imposible, entonces, que con tu proterva condición de rufián puedas someter la voluntad de los que tienen dignidad. Menos aún cuando está evidenciado que tu falso lenguaje de paz no es más que un vocativo de guerra y sumisión.
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