Por la Segunda y Definitiva Independencia
¿Quiénes no
quieren que marche la paz en Colombia?
Por Dax
Toscano Segovia
La violencia
criminal perpetrada por el imperialismo yanqui y el Estado fascistoide al
servicio de la oligarquía santanderista, no cesa en Colombia.
Hipócritamente
hablan de paz mientras masacran a la población y asesinan o desaparecen a las
y los luchadores sociales a través de sus fuerzas militares y paramilitares.
Acostumbrados
al engaño, mienten una y otra vez para, a través de sus medios de propaganda e
intoxicación masiva, presentarse como mansas palomitas que buscan la paz para
Colombia, mientras la insurgencia, a la que califican de terrorista, para los
propagandistas de la oligarquía es la que se cierra a esa posibilidad.
Santos es un
peón del imperialismo y de las multinacionales que desangran a Colombia. Autor
intelectual de los asesinatos de campesinas y campesinos para luego hacerlos
pasar como guerrilleros muertos en combate, pretende presentarse, por medio de
una operación de marketing y propaganda, como un líder político carismático, equilibrado y
moderado.
Su relación
amistosa con el presidente Chávez, su viaje a Cuba, vísperas de la Cumbre de
las Américas, para entrevistarse con Raúl Castro y “explicarle” porque dicho
país no podía asistir a esa reunión, su pronunciamiento, al igual que el de
otros mandatarios, a favor de que Cuba participe en la próxima cumbre, lo hacen
aparecer como un estadista razonable.
¡Qué coman
cuento quienes no conocen a sus enemigos!
Santos ha
neutralizado al régimen bolivariano de Venezuela, el mismo que incluso ha
cedido ante ciertas presiones del Palacio de Nariño, como la entrega de
guerrilleros de las FARC-EP y el ELN capturados en Venezuela, la detención y posterior
extradición de Joaquín Pérez Becerra y el encarcelamiento de Julián Conrado. De
igual manera, el presidente Hugo Chávez, frente a los ataques perpetrados por
Uribe, no ha dicho una palabra, condición que le impusiera Santos para
convertirse en su “mejor amigo”.
Mientras
tanto, Cuba, por razones de Estado, guarda silencio frente a los crímenes
perpetrados por el régimen colombiano, alejándose de la política internacionalista
de denuncia de las oligarquías vendepatrias y pro yanquis y del apoyo a los
movimientos revolucionarios que le caracterizó hace algunas décadas. Sabedora
que ha sido objeto de escuchas ilegales en su embajada en Colombia, Cuba no ha
denunciado estás prácticas realizadas por la inteligencia colombiana.
Sobre los
pronunciamientos de Santos en la Cumbre de las Américas, no es más que una
jugada con la intención de posicionarse como líder de la región, para de esta
manera hacerle frente indirectamente al presidente Hugo Chávez y detener las
propuestas de cambio radical y revolucionario en Latinoamérica. Otro objetivo es buscar
un espaldarazo para la lucha contra la insurgencia colombiana.
Además, Santos
no perdía nada al hacer esas declaraciones que pudieron herir los sentimientos
de Obama, puesto que el acuerdo de libre comercio entre EEUU y Colombia ya se
había concretado.
No es casual
que un burro haya estado esperando a Obama en Colombia con ansias de que se lo
lleve a la Casa Blanca. No es de “Demo”, el borrico de Turbaco, de quien se
habla, sino del necio del Palacio de Narquiño, que acompañado de la burra que
ha sido la estrella de la farándula del uribismo y ahora del santismo, la misma
que ni siquiera sabe el himno de Colombia, han expresado su servilismo frente a
su amo imperial.
Por tanto, no
hay nada inocente en la conducta de este santo de pacotilla que con su sonrisa
macabra festejó el bombardeo a Angostura donde murió el comandante Raúl Reyes, el que con total cinismo señaló que había llorado
de felicidad por la muerte de Alfonso Cano, líder de las FARC-EP o el que en
declaraciones recientes ha estigmatizado peligrosamente a la gran Marcha
Patriótica, acusándola de tener relaciones con las FARC-EP, lo cual a todas
luces es una declaración de guerra y un llamado a las fuerzas represivas y
criminales al servicio del Estado colombiano de actuar contra quienes la
integran, lo cual ya ha quedado en evidencia tras la desaparición de los
dirigentes campesinos Hernán Henry Díaz y Martha Cecilia Guevara y el asesinato
de Mao Enrique Rodríguez, integrante del equipo de seguridad del Partido
Comunista Colombiano.
De igual
manera, los periodistas lacayos, rastreros y serviles como Yamid Amat y María
Isabel Rueda que, haciéndose eco de las acusaciones del Ejército y la Policía
colombiana, una y otra vez, en forma maliciosa, insistieron en preguntar en el
programa “El Gran Reportaje” a Piedad Córdoba y Andrés Gil sobre el supuesto
financiamiento por parte de las FARC-EP al Movimiento Marcha Patriótica.
Asimismo, el “Rasputín” colombiano, José Obdulio Gaviria, en el periódico El
Tiempo, en el artículo de opinión titulado “¿Qué pasa?”, no solo ha acusado a la Marcha Patriótica de
ser una creación de las FARC-EP, sino que ha hecho un llamado para que se
neutralice la misma (es decir se la reprima o extermine como en el caso de
Unión Patriótica), además de generar miedos absurdos en sus lectores. A nivel
internacional el diario español El País publicó un artículo titulado “Marcha
Patriótica, ¿brazo político de las FARC?”, en el cual se ponen de relieve las declaraciones de
Alfredo Rangel, de la Fundación Seguridad y Democracia (la misma que habría
recibido una millonaria donación de los EEUU), que señala que la Marcha
Patriótica no sería otra cosa que el PC3 de las FARC.
Bajo estas
circunstancias: ¿puede pensarse que en Colombia hay margen para la acción de la
oposición política surgida de la izquierda revolucionaria, sin ser objeto de
estigmatización, de criminalización, de persecución, de asesinatos?
Esto lleva a
plantear algunas reflexiones.
Lo primero
tiene que ver con los llamados a la paz que se han realizado desde distintos
sectores, unos en forma honesta y otros con total hipocresía.
Hay que
indicar que hablar de la paz en abstracto es incorrecto. Mucho más cuando se
pretende equiparar la paz solamente con el cese de la lucha armada por parte de
los grupos insurgentes en Colombia, mientras el Estado gansteril continúa con
el ejercicio de la violencia policial, militar y paramilitar contra los
sectores populares en el campo y las ciudades.
El Estado se
arroga el derecho de ejercer la violencia y niega la posibilidad a los pueblos
de enfrentarla por medio de la lucha revolucionaria, incluida el levantamiento
armado, para no dejarse golpear por sus opresores.
Las formas de
lucha que los pueblos llevan adelante son el resultado de condiciones concretas
en las que viven.
La oligarquía
santanderista, con el total apoyo del imperialismo yanqui, ha masacrado a
campesinos, trabajadores, estudiantes e intelectuales revolucionarios. Frente a
esto, diversos sectores de la población pobre de Colombia, respaldados muchas
veces por miembros de la clase media, por intelectuales revolucionarios, se alzaron
en armas para protegerse y evitar, mediante la lucha guerrillera, muchos de los
crímenes cometidos por parte de las fuerzas militares y paramilitares de la
oligarquía colombiana contra la
población inerme.
Las y los
intelectuales orgánicos al servicio del establishment dejan de lado, por
conveniencia, esta realidad.
La paz que
ellas y ellos pregonan, es la que mantiene las estructuras de explotación
intactas. Y para mantenerlas así, necesitan mantener a la “plebe” a raya,
mediante el ejercicio de la fuerza y por medio de los mecanismos de
embrutecimiento mental. Por ello hay que acabar con toda rebeldía, y eso se
hará más fácil si no hay una oposición fuerte, que le pueda propinar golpes
contundentes a los explotadores. Un pueblo inerme es mucho más fácil de
dominar.
Por esa razón
quieren acabar de una vez por todas con las guerrillas, para así aniquilar con
mayor rapidez a las y los luchadores sociales, sin tener que gastar más balas
contra una insurgencia armada que constituye un freno, una barrera poderosa a
sus criminales acciones.
¿Qué han hecho
Uribe y Santos realmente por la paz? Nada, absolutamente nada.
¿En qué ha
contribuido el gobierno de EEUU para lograr la paz en Colombia? En nada.
Por el
contrario, han sido los que han agudizado el conflicto con bombardeos, con asesinatos
selectivos y múltiples, con torturas, con encarcelamientos, etc.
Mientras las
FARC-EP dan gestos concretos de paz, el imperialismo yanqui y la oligarquía
colombiana no han hecho absolutamente nada. Como dice Piedad Córdoba, la tal “llave” de
Santos para la paz, es una “llave ñoña”, que no abre nada más que las puertas
para que siga actuando con total impunidad el paramilitarismo.
Bush y Obama,
Uribe y Santos, han demostrado que para ellos, la única vía para acabar con el
conflicto en Colombia es la militar, aplastando a la insurgencia revolucionaria.
Además que para el aparato industrial militar estadounidense resulta un negocio
muy lucrativo.
Cínicos como
son, de vez en cuando se llenan la boca diciendo que se podría pensar en un
diálogo para alcanzar la paz, siempre y cuando la insurgencia no ponga ninguna
objeción a sus condiciones y que ella no plantee ninguna petición concreta. Es
decir, un diálogo donde los que estén frente al Estado narcoparamilitar
colombiano, terminen únicamente firmando lo que les impongan.
Solo puede
existir un diálogo honesto cuando hay sinceridad en las propuestas y cuando se
apunta a resolver las causas reales y fundamentales que han originado un
problema.
El equilibrio
de fuerzas es importante cuando se pretende establecer acuerdos concretos. Pero
si por un lado se quiere desarmar a un pueblo sin desarmarse los opresores,
entonces ¿qué garantías van a tener aquellos que son despojados de sus
mecanismos de defensa y respuesta frente a quienes les golpean?
Los
detentadores del poder cuando se sienten fuertes, mandan al carajo el diálogo o
terminan burlándose y engañando al otro. Por eso, la condición de la entrega
unilateral de las armas por parte de la insurgencia para llevar adelante un diálogo
en Colombia que permita alcanzar la paz, es absurda.
EEUU, Israel y
el Estado mafioso colombiano al servicio de la oligarquía quieren más guerra,
no la paz. León Panetta, secretario de
Defensa de EEUU estuvo recientemente de visita en Colombia. Y no necesariamente
como los agentes del servicio secreto a cargo de la seguridad de Obama para ir a
putear, sino para “revisar temas estratégicos de seguridad y cooperación
bilateral en la lucha contra el narcoterrorismo”, lo que traducido al lenguaje
común significa más intervención militar de los EEUU en el conflicto
colombiano. Diez helicópteros, entre ellos cinco blackhawk, fueron autorizados
que se vendan a Colombia para combatir a la insurgencia.
Esto no se
puede perder de vista.
El Movimiento
Patriótico por la Segunda y Definitiva Independencia no debe, bajo ningún
concepto, descuidar cada uno de estos aspectos.
Porque mientras el pueblo organizado se lanza masivamente a la calle, la
oligarquía santanderista lo estigmatiza, lo criminaliza y lanza amenazas que
termina ejecutándolas con el claro propósito de acabar con la rebeldía que surge
desde las entrañas del pueblo. Es que la paz para Santos y sus secuaces, es la
paz de los cementerios que quieren llenarlos con los cadáveres de quienes se
oponen al régimen narcoparamilitar. No debe existir la menor duda de que estos
fascistas querrán frustrar, detener la marcha por una Colombia en paz y con
justicia social, tal como lo hicieron con la Unión Patriótica.
No cabe, por
tanto, ser ingenuos. La resistencia y la rebeldía popular deben organizarse
adecuadamente.
Hay que conjugar
el accionar político con el militar. No se trata de tomar las armas y seguir el
camino de la insurgencia. La Marcha Patriótica debe tener claro los procesos
históricos y las lecciones que han
dejado a la lucha de los pueblos. Lo primero que debe señalarse es que el
pacifismo es un arma al servicio de la reacción. Es dejarle todo el margen de
acción a los que están preparados para usar las armas contra el pueblo. Por
ello es necesario prepararse para la autodefensa militar, establecer mecanismos
de seguridad personal y colectivos adecuados, de compartimentación de la
información y de contrainteligencia de las actividades de los grupos represivos
policiales, militares y paramilitares. Esto ayudará a salvaguardar la
integridad de las y los luchadores sociales. No prepararse sería una
irresponsabilidad mayúscula, imperdonable.
Como decía el
Che, al enemigo no hay que darle ni un tantito así de chance a que golpee.
Otro aspecto
fundamental es el desarrollo de la conciencia política. Sin teoría
revolucionaria, no hay práctica revolucionaria y viceversa, decía Lenin. Hay
que trabajar duro no solo para concienciar a quienes están dentro del
Movimiento, sino a aquellas personas que no simpatizan con el mismo y que
producto de la alienación a la que son sometidas diaria y permanentemente por
falsimedia, puedan estar confundidas políticamente.
Las bases del
Movimiento deben estar siempre listas para la movilización frente a diversos
problemas que tengan que ver con la problemática nacional y también
internacional. No debe descuidarse la solidaridad con las luchas de otros
pueblos y movimientos revolucionarios en el mundo.
Las calles son
de los pueblos, no de las oligarquías. Por tanto no se puede permitir que los
sectores de la derecha, que los grupos de poder arrebaten a los colectivos
sociales que luchan contra el orden establecido estos espacios.
La política
revolucionaria implica organización y dirección. Pero además implica que haya
definiciones precisas sobre las líneas de acción que se deben llevar adelante,
así como las propuestas concretas y soluciones efectivas para la infinidad de
problemas que viven los colectivos sociales. Hay que evitar que el Movimiento
se desgaste con permanentes movilizaciones sin llegar a conseguir algo
concreto. La oligarquía colombiana para aparentar ante el mundo su supuesto
carácter democrático, puede no obstaculizar el desarrollo de las
movilizaciones, siempre y cuando no sean contundentes y que además no tengan exigencias
que pongan en vilo al régimen. Se debe conjugar, por tanto, la presión social a
través de grandes y contundentes movilizaciones, con la propaganda y el trabajo
de concienciación política del pueblo, más la exigencia a soluciones
inmediatas, sin descuidar que la estrategia final es la toma del poder.
La paz la vamos
a lograr con la movilización de todas y todos los sectores populares, ha dicho
Piedad Córdoba. Pero no basta con ello. Movilización, presión y propuestas
concretas. Los detentadores del poder deben estar contra las cuerdas,
golpearlos contundentemente, para que sepan que el pueblo exige cambios
concretos y no solo paliativos. El gobierno debe ser desenmascarado por cada
acción que lleve adelante, incluso las que aparentemente beneficien a los
sectores populares, como es el caso de la “Ley de restitución de tierras” que
beneficia a las multinacionales y legaliza el despojo por parte del
paramilitarismo de las tierras de los campesinos.
Es un proceso complejo
y largo. Hay que tener en cuenta que hay un enemigo poderoso que también se
organiza y tiene mucho poder y muchas armas, desde las militares hasta las
mediáticas, para destruir cualquier intento de paz.
La combinación de todas las formas de
lucha debe seguir siendo un punto fundamental para el desarrollo del movimiento
revolucionario en Colombia. Y en este sentido es fundamental que los
movimientos revolucionarios que surjan no mantengan distancia de la insurgencia
y, mucho menos, que acepten directa o indirectamente el discurso deslegitimador
de estas organizaciones elaborado por los detentadores del poder.
Ante las acusaciones que relacionan al
Movimiento Marcha Patriótica con las FARC-EP, para satanizarlo, estigmatizarlo,
deslegitimarlo y criminalizarlo, hay que en primer lugar desenmascarar las intenciones
que hay detrás de ello y, en segundo lugar, señalar con precisión que la
insurgencia forma parte de las organizaciones revolucionarias del pueblo
colombiano y que por esa razón no se puede dejar de mantener relaciones con
ella, solo porque a la oligarquía no le guste. Quienes deben responder por sus
estrechos vínculos con los narcos y paramilitares es el Estado colombiano,
puesto que esas si son relaciones extremadamente peligrosas.
Trabajando organizadamente se podrán
alcanzar victorias frente a quienes son los verdaderos enemigos de la paz.
Patria Grande, 1 de mayo de 2012
Maldita guerra,por que nos matamos entre hermanos?
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